Amistades en el instituto

Oía pensamientos cercanos, me volví para mirar quién había entrado.
Pero... ¿Era un fantasma?
- ¿Has oído eso?- Le pregunté para asegurarme de que era un fantasma.
Él negó con la cabeza. Me lo temía, se trataba de un fantasma.

Oh, mierda. Era Edward... No, dios, no podía verlo de nuevo. Y menos con forma humana >_< Sería un suicidio, es un suicidio decir también que aún le amo, pero eso no importa, él debe haberme olvidado. Estaba en una camilla, sentado. Qué adorable. Aprovechando que nadie me veía, me senté a su lado a observarle...

— No, no he oído nada. ¿Por qué?

- Por nada. Es que he oído un ruido.- Miré de reojo al lado de Edward haí estaba. Sentada mirándolo, observándolo con una cara de tristeza.

— Ah ok. —Sonreí.

No sé porque, pero noté como si el aire me abrazara.

Ese espíritu estaba abrazando a Edward.
ERa la primera vez que intentaba leer la mente a un fantasma así que si no lo conseguía tampooco pasaba nada.
Cerré los ojos y me endintré en mi mente.
Alguien llamado Zafiro. Alguien amaba a Edward. Edward amaba a esa tal Zafiro. ¿Pero el fantasma era esa tal Zafiro?
Abrí los ojos y miré a Edward, él me estaba mirando, vale ahora pensaría que sería una rarita.

— ¿Pasa algo? —Reí, divertido.

- No solo, que estaba recordadndo algo...- Quería sonrojarme pero no podía. Maldito veneno.
- ¿Puedo sentarme a tu lado?

— Claro. —Sonreí.

Edward se sentó encima mía con fuerza... Ahogué un grito que profirió de mi garganta. Pero no lo oyeron... Tenía a Edward encima mío... sólo faltaba un minuto. Más que encima mío era dentro de mí, pero bueno. Lo traspasé y salí al pasadizo.

- Gracias. Es que me estaba cansando de estar de pié.- Y le sonreí. Él se puso colorado como de costumbre.
- Me encanta que te sonrojes.
Una carcajada salió ed mi boca, como música.

Oh no, noté como me materializaba. Aparecí ahí y los dos se giraron.

— Err... esto... Me he perdido —Sonreí.

- Ahora vuelvo, Edward, no te muebas, ahora regresaré.- Cogí la chaqueta y tapé al fantasma antes de que alguien la reconociera. A Edward no le dió tiempo a observarla, antes de que pudiera mirar su rostro yo ya estaba en pié tapándola.
- Adios, ahora nos vemos, si te mueves sabré que lo has dicho y me enfadaré contigo. Más vale que te quedes quieto, vuelvo en 5 minutos máximo.

— Escucha —Chillé— No me tapes.

Me destapé. No me importaba que Edward me viera.

— ¿Quién coño eres tú y qué haces con ÉL?

- Sólo quería ayudar cuandoi se ha desmayado eso es todo.
Mi voz se quebró.

— Oh claro —Mascullé.

Pero.. ¿cómo coño sabía que estaba yo ahí?

- Pues por que soy diferente a todos.- le susurré.

— Claro, claro.

No me caía bien la tipeja esa, la veía demasiado... demasiado... difícil para él.

Estaba desconcertado. ¿Qué hacer? ¿Qué decir? ¿Quién era la chica que estaba detrás de Nana? Me acerqué para verlo...

— Pero Nana.. ¿quién e...?

OH DIOS.

— Tú —Mi voz se quebró y noté como mis lágrimas querían fluir como cascadas.

- Sí, Edward es ella. Anda echate a sus brazos lo estas deseando. Hazlo ahora que puedes, esta muerta, pero tiene alguna hora que puede ser mortal... Es decir que puede estar viva.
El repiqueteo del corazón de Edward y el de la tal Zafiro eran irrefrenables.

No es que no me lo creyera...

— Nana, eres indeseable a veces, incluso detestable. —Mascullé.

- ¿Y qué quieres que diga? ¿Qué quieres que aga cuando dos seres se quieren y sobro?

¿Por qué otra vez Zafiro? La amaba, sí, con locura, pero ya no estaba. ¿Qué haría yo sin ella? ¿Y esos fin de semanas en la playa, amarrado a su cintura? Dios... Me estaba volviendo loco.